El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos vivió uno de los ataques terroristas más devastadores de su historia, un evento que cambió no solo al país, sino también la forma en que el mundo percibe la seguridad y la amenaza del terrorismo. En esa fatídica mañana, 19 miembros de la organización extremista Al-Qaeda secuestraron cuatro aviones comerciales con el objetivo de estrellarlos contra objetivos clave en el país.
El primero de los aviones, el vuelo 11 de American Airlines, despegó de Boston con destino a Los Ángeles, pero fue secuestrado por cinco terroristas y a las 8:46 a.m. se estrelló deliberadamente contra la Torre Norte del World Trade Center en Nueva York. Apenas 17 minutos después, a las 9:03 a.m., otro avión, el vuelo 175 de United Airlines, impactó la Torre Sur del mismo complejo.
Ambos aviones impactaron a gran velocidad, causando incendios devastadores que comprometieron la estructura de los rascacielos, y a las 9:59 a.m., la Torre Sur colapsó, seguida por la Torre Norte a las 10:28 a.m. El colapso de las Torres Gemelas causó una destrucción masiva en la zona del Bajo Manhattan, resultando en la muerte de aproximadamente 2,753 personas, incluidos trabajadores, socorristas y transeúntes.
Mientras estos ataques se desarrollaban en Nueva York, un tercer avión, el vuelo 77 de American Airlines, también secuestrado, se estrelló contra el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, en Arlington, Virginia, a las 9:37 a.m. El impacto causó la muerte de 184 personas entre los pasajeros del avión y el personal que trabajaba en el Pentágono.
El cuarto avión secuestrado, el vuelo 93 de United Airlines, estaba dirigido hacia un objetivo en Washington, D.C., que se cree podría haber sido la Casa Blanca o el Capitolio. Sin embargo, los pasajeros, al enterarse de lo que había ocurrido en Nueva York a través de llamadas telefónicas, decidieron enfrentar a los secuestradores. Tras un enfrentamiento dentro de la cabina, el avión se estrelló en un campo vacío en Shanksville, Pensilvania, a las 10:03 a.m., evitando así otro ataque devastador.
El impacto de estos ataques fue devastador no solo por la pérdida de vidas humanas, sino también por las secuelas físicas y emocionales que dejaron. En total, murieron 2,977 personas, incluidos ciudadanos de más de 90 países. Nueva York quedó envuelta en el caos y la destrucción, con la zona del World Trade Center convertida en un campo de escombros conocido como “Ground Zero”, donde las labores de rescate y recuperación duraron meses.
El ataque no solo destruyó las Torres Gemelas, sino que dejó daños importantes en varios edificios circundantes y afectó gravemente la economía global, con los mercados financieros cerrando durante varios días. En Washington, el ataque al Pentágono también dejó una profunda cicatriz en la infraestructura y la moral de los Estados Unidos.
El 11 de septiembre, o “9/11”, como se le conoce popularmente, dejó una marca imborrable en la historia de Estados Unidos y el mundo. Cada año, se conmemora en una serie de actos y ceremonias en todo el país, en los que se rinde homenaje a las víctimas y se recuerda la valentía de los socorristas que arriesgaron o perdieron sus vidas en los esfuerzos de rescate.
En el sitio donde se levantaban las Torres Gemelas, se construyó el National September 11 Memorial & Museum, un complejo conmemorativo que honra a las víctimas y educa a las generaciones futuras sobre los eventos de ese día. Asimismo, el 11 de septiembre fue designado como el Día del Patriota, una fecha oficial en Estados Unidos en la que se recuerdan los hechos trágicos y se enfatiza la unidad y resiliencia de la nación.
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