14 de octubre de 2024

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[Opinión] Migración de la mujer mapuche a la ciudad: “Ahora la población es mi lof”

Por: Maggida Hernández Estrada. Warriache. Madre de Liwen y Alen. Profesora, Escritora y Magíster en Estudios del Lenguaje y la Comunicación. Pobladora de Pedro de Valdivia. Candidata a Concejala por Temuco.

“¿Y tiene uno o dos apellidos mapuche?” “¿Acaso no vive en comunidad?” “Ahh…Pero se casó con winka” Pero…¿Habla o no habla en mapudungun? ¿Cómo así que no tiene tierras? 

¿Cuántas veces se han escuchado estas mismas preguntas? Cuestionamientos que se reciben día a día por una condición histórica que han vivido hombres y mujeres mapuche, al emigrar a la ciudad. Utilización del denominado “mapuchómetro” que suele usarse para menoscabar o identificar qué tan mapuche es alguien, según un esencialismo étnico.

Permanentemente, la migración ha sido parte de la vida de muchos pueblos que han visto la falta de oportunidades de trabajo y desarrollo social.  En el caso mapuche, la situación no es diferente y afecta principalmente a las mujeres. La ocupación de las mujeres mapuche como trabajadoras de casa particular en la ciudad de Santiago, las invisibilizó y vació de valor social (Bello 2002; Montecino 1984). Otras tuvieron que dejar sus casas para internarse en liceos u hogares estudiantiles en busca de una mejor educación. 

En términos demográficos, la V Región, ejerce atracción sobre las poblaciones que le son adyacentes tanto del norte como del sur, siendo priorizada la Región Metropolitana, la cual contribuye con un 47 por ciento de población mapuche inmigrante a esa región. La falta de oportunidades y diversidad de empleos, bajos niveles de ingreso, escasez y calidad de las tierras, insuficiente cobertura en salud y vivienda; serían los elementos, entre otros, que impulsan a la población a abandonar estas regiones, y mientras mayores sean estas deficiencias mayor será la emigración. (Castro, 2001)

La vida en la ciudad de Santiago, provocó el exilio exterior e interior, el desarraigo familiar y comunitario, y la negación sistémica y sistemática de la existencia de formas de vida del pueblo mapuche (Huenchuñir 2015). La asociatividad, la participación política, social y la apropiación de lugar (Alvarado 2017; Bello 2002; Curivil 2006; Imilan 2014; Sepúlveda y Zúñiga 2015) han permitido resistir esta negación y reivindicar la identidad mapuche (Huenchuñir 2015). 

En este sentido, liderazgos femeninos se levantan en las poblaciones, promoviendo la participación y la organización entre sus vecinos, tal como suele ocurrir en las comunidades que trabajan en conjunto por un mismo objetivo: El Kume Mongen (Buen vivir). La identidad ya no es un lugar fijo y estable, sino que se considera  un  proceso de identificación continua en movimiento (Hall 2003) y heterogéneo, dadas las relaciones de género y de generación (Díaz 2005).  Es así como las mujeres mapuche e indígenas en general, se organizan y organizan a otros, en espacios de dirigencia social, espacios estudiantiles, gremialistas, culturales y de trabajo político. 

Sin embargo, veo con mucha tristeza como en el día a día, estas mujeres suelen ser inferiorizadas y hasta cuestionadas por haber “abandonado”  su comunidad. Su despojo territorial les arrebató la lengua y llevó a procesos de aculturación, donde  la influencia chilena, permitió que se terminaran adoptando costumbres y mezclando formas de vida. 

Pese a ello, muchas mujeres resisten (resistimos) en la warria (ciudad), intentando transmitir dentro de nuestras posibilidades, el amor a la tierra, el cuidado del agua y de la naturaleza y la valoración de un pueblo que ya lleva 500 años resistiendo. 

En el día de la mujer indígena, no solo los medios de comunicación, las instituciones públicas y privadas, olvidan el gran valor de las mujeres mapuche, sino que también en las pocas ocasiones que se les consideran, se opta por mujeres que son de sectores rurales, mejor aún si “vienen con vestimenta tradicional” para las fotos, folclorizando su identidad, que es mucho más que eso.  Atrás queda la dueña de casa, la académica e investigadora, la estudiante liceana, la auxiliar de servicio, la empleada doméstica, la dirigente vecinal y política, la profesional de oficina o la hortalicera que vive en la ciudad, pero que mantiene su identidad mapuche firme, aunque para muchos, no cumpla con los estándares del esencialismo e idealización étnica. 

Hago un llamado a los medios de comunicación y en general a la ciudadanía a  valorar y abrazar a esa mujer mapuche que todos los días se levanta en las mañanas muy temprano, para llevar a sus hijos al colegio, que toma una micro llena, que da su más grande esfuerzo en el trabajo y que al llegar a su casa, debe terminar con el trabajo doméstico. Porque para ellas, hoy la población es su lof y Uds. Sus hermanos(as). 

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